Comenzó el juicio al espía Américo Balbuena, por inteligencia ilegal en organizaciones populares

El oficial Balbuena realizó espionaje ilegal sobre organizaciones sociales, políticas, de trabajadores y estudiantes, haciéndose pasar por periodista desde la Agencia Rodolfo Walsh hasta el 2013.

El 14 de marzo comenzó el juicio a Américo Balbuena, el agente del Cuerpo de Informaciones de la Policía Federal que realizó espionaje ilegal a organizaciones populares hasta el 2013 haciéndose pasar por periodista, cuando fue denunciado por estar infiltrado en la Agencia Rodolfo Walsh.

Se encuentra acusado junto a dos de sus jefes -Alejandro Sánchez y Alfonso Ustares- pertenecientes a la División Análisis de Seguridad Interior de la Policía Federal, pantalla del Cuerpo de Informaciones, cuyos agentes secretos también son conocidos como “los plumas” dentro de la comunidad de inteligencia.

Llegan a juicio oral después de diez años de iniciada la denuncia. La acusación es por el delito de abuso de autoridad de funcionario público, como responsables de haber desarrollado tareas de inteligencia tendientes a obtener información sobre integrantes de distintas organizaciones, en infracción a la ley de Inteligencia, valiéndose de la función de Balbuena en la Agencia Walsh.

Balbuena se infiltró en esa agencia de comunicación popular en el año 2002, tras reencontrarse en un instituto de estudios periodísticos con su amigo de la infancia, Rodolfo Grinberg, que ahora es parte de los denunciantes de la querella. Antes ya había intentado en otros medios similares, militantes, comunitarios. Desde entonces, y tomando como supuesta tarea la cobertura periodística de distintas actividades, Balbuena se hacía presente en cada movilización, protesta, denuncia, conferencia de prensa y acciones de lucha que se convocaban desde distintas organizaciones populares, buscando conseguir la mayor cantidad de información sobre decisiones, opiniones políticas, planes de acción, y referentes, utilizando la cobertura de ser periodista para generar confianza.

Dirigentes políticos como Christian Castillo, Vilma Ripoll, Juan Carlos Giordano, Néstor Pitrola, Claudio Dellecarbonara -delegado del subte línea B- y los referentes de derechos humanos Carlos “Sueco” Lordkipanidse, Diana Kordon, Graciela Rosemblum de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y Cachito Fukman de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos, así como Rodolfo Grinberg y Oscar Castelnuovo de la Agencia Rodolfo Walsh, entre otros, fueron parte de quienes se presentaron en 2013 como denunciantes de Balbuena y sus superiores.

La denuncia generó una inmensa repercusión, siendo replicada por el conjunto de los medios de prensa nacionales. Días después de efectuada, tuvo lugar una masiva manifestación convocada por el Encuentro Memoria Verdad y Justicia para reclamar que se investiguen los hechos y responsabilidades ante tan grave situación. En la misma jornada, la página web y los correos de la Agencia Walsh fueron llamativamente hackeados, en una clara señal mafiosa de los “plumas”.

Durante los tres días de audiencias frente al juez Daniel Rafecas, la clave del debate será demostrar que Balbuena no ejercía el periodismo como “hobby” ni actuó en el marco de la ley, sino que simuló ser periodista para obtener ilegalmente información de las distintas organizaciones políticas, sindicales, sociales, estudiantiles, de derechos humanos, bajo las órdenes o promovido por sus jefes superiores.

Los argumentos de Balbuena cuando fue citado a declarar fueron que: «La actividad que realizaba era un hobby personal, que realizaba ocasionalmente, sin ninguna relación laboral, no había ningún ida y vuelta en cuanto a remuneraciones ni nada, y lo hacía únicamente sin ninguna obligación, fuera de horario de servicio y sin interferir con el mismo».

Sin embargo, se demostró en la causa que la actividad de Balbuena en la Agencia Walsh tenía lugar en un amplio lapso horario, estando disponible siempre para hacerse presente en situaciones que quizás duraban todo el día, y sin manifestar inconvenientes ni límites de recursos para su movilidad (lo que es frecuente en periodistas de medios alternativos y «movileros»). Además, de sus legajos y declaraciones de superiores no surge ninguna otra tarea específica que haya realizado como agente de inteligencia, por lo cual cabe concluir, como afirmó la querella, que «la actividad principal y jerarquizada de Balbuena a lo largo de los años se ha centrado en realizar tareas de inteligencia ilegal a través de la Agencia Walsh».

Asimismo, Balbuena declaró que sus superiores estaban informados sobre sus actividades periodísticas. Resulta inverosímil que el Cuerpo encargado de espiar y obtener información, no supiera que uno de los oficiales de inteligencia con mayor antigüedad participaba durante más de diez años en distintos medios de comunicación popular, difundiendo manifestaciones y reclamos que muchas veces tenían por objeto a la propia policía. Pero además tal conocimiento quedó acreditado con cuantiosa documentación durante la instrucción de la causa, pese a que sus jefes lo negaron repetidamente. El espionaje es institucional, y esta causa tiene el mérito de poner de relieve esa conclusión, en épocas donde se intenta liberar de responsabilidad a funcionarios políticos bajo la figura del «cuentapropismo» o «changas» de agentes descarriados de inteligencia.

Castelnovo, otro de los denunciantes, afirmó como “él hacía grabaciones sumamente extensas que luego no se veían reflejadas o bajadas a ninguna nota. Yo recuerdo que se concentró durante años en los temas de Cromañon, La Fuba y La Alameda.”